[-empyre-] de Sabela

[Sabela de Tezanos]

La práctica extendida del tatuaje en la actualidad, deviene de la
emergencia de las tribus urbanas, asociadas a los movimientos en torno a la
música rock y al punk de las décadas del 70 y 80.

Seña de identificación autoinfligida, tradicionalmente sus diversos usos se
han relacionado con rituales de iniciación, ostentación de pertenencia,
jerarquía o estigmatización. En este foro compartí la experiencia del MAPI
- Museo en el intento de exponer el nexo entre estas prácticas y la
ornamentación y la pintura corporal de diversas comunidades indígenas,
actuales y antiguas, así como otro tipo de intervenciones apreciables en
rostros y cuerpo, comparable en nuestros tiempos con la incorporación de
accesorios como piercings, colgantes, etc. e intervenciones más agresivas,
que llevan a la deformación y a la práctica de suspensiones.

La adhesión a las distintas tendencias en la indumentaria, cabellos,
pintura del rostro, “actitud” de las tribus urbanas, manifiesta una
disconformidad marginal con respecto a las convenciones predominantes de
modas y costumbres. Esta disconformidad recorre las calles; su refugio es
su apariencia, que da cuenta del establecimiento implícito de colectivos
cuyos intercambios parecen no ir mucho más allá de lo gestual, y de modelos
de comportamiento que tienden a acentuar esa diferencia con respecto del
resto, y que imponen un cierto tipo de movimiento en el paisaje urbano, en
diferentes tiempos.

De la estridencia al perfil bajo, los integrantes de estos grupos,
vinculados o representados por estilos musicales a los que adhieren,
utilizan el tatuaje como parte de su lenguaje: esas marcas que sobreviven
al paso del tiempo, cuyo poder reside tanto en la evocación íntima de la
cual todo “otro” es excluido, como en la ostentación de sus diseños.

En Uruguay, y principalmente en Montevideo, los antecedentes de estas
formas de expresión social se remontan a fines de la dictadura, en los años
80: es allí que comienzan a circular grupos de jóvenes con vestimenta
oscura y accesorios llamativos, rostros pálidos y expresiones marcadas por
el noctambulismo y el consumo (alcohol, etc.), frecuentadores de
determinadas calles, boliches y pubs, a determinadas horas; desplazamientos
que delimitan territorios cuya fragilidad puede leerse como un rasgo de
impotencia o como capacidad de construcción de micro climas, una suerte de
defensa.

Tatuadores y tatuados ocuparon, por un mes, un museo. Institución
legitimadora, constructora de la memoria colectiva, depositaria del arte y
la historia de los ancestros, cuya función tradicional en las últimas
décadas ha sido analizada, cuestionada y reformulada, y cuya
responsabilidad social y cultural no es ajena a la emergencia educativa, a
la necesidad de inclusión, a la construcción de ciudadanía…

Comparto con Uds. estas líneas abiertas.

Sabela
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