[-empyre-] the city as a skin
Sabela de Tezanos
beltezanos at gmail.com
Fri Mar 16 05:52:59 EST 2012
Estimados todos,
Como Ana Luisa expresa, me gratifican los diferentes aportes y
perspectivas que se cruzan en este intercambio, constantemente hay
elementos que remiten a otros y permiten ampliar o replantearse el alcance
de esta temática.
Con respecto al tatuaje y a las interrogantes de Johannes (y su aportes de
Zizek, que mucho agradezco) tengo escritas estas reflexiones:
Pienso que la excesiva, invasiva representación del cuerpo en la vida
cotidiana de nuestra contemporaneidad , la condición impuesta de asepsia,
cuidado, salud, armonía, el “revestimiento” en la publicidad y en los
eventos de diseño y moda de un cuerpo “neutro”, por lo general, delgado y
andrógino, soporte de prendas, productos de cosmética, sometido a ofertas
constantes de clínicas de adelgazamiento, belleza, tratamientos antiedad,
edulcorantes, implantes, prótesis,… el cuerpo, al cual la apelación de
mejoramiento no ofrece tregua , remite a una mecánica, terreno en el que se
confunden las diferencias (sexuales, llamado a la androginia o a la
voluptuosidad) . Individualmente, como parte de este espectáculo y receptor
pasivo de todos esos mensajes, se sobrevive a un “afuera” de uno mismo: el
propio cuerpo no es protagonista (¿cómo podría serlo?), sino en tanto
exigido, compelido.
La fugacidad de la apariencia, a su vez, el desvanecimiento de la fuerza
de lo espectacular, es contínuo; el situarse con naturalidad ante un vacío
recurrente que desafía la subjetividad, impone nuevos comportamientos,
estrategias de sobrevivencia y mantenimiento de la esperanza.
En simultánea, los individuos son cada vez más dueños de pronunciarse, sus
herramientas interactivas habilitan la posibilidad de dar respuesta
inmediata, de aprobación o no, a los estímulos que reciben: cambiar de
sintonía, hacer zapping, desplazarse con auriculares durante horas en
lugares atestados de los que apenas se recepciona el sonido ambiente; y un
llamado constante a ser selectivos (con respecto a qué, para qué); la
opinión que se mide, la cámara que registra...
Poder comunicarse desde cualquier lugar y en cualquier momento con un
programa de televisión o de radio, salir al aire, expresar su gusto, ser
localizado cuantas veces se quiera en cualquier situación y momento.
Atravesar el espacio y el tiempo cotidiano como un ser anónimo ”muy tenido
en cuenta” con sus “prolongaciones” tecnológicas, perpetuamente conectado e
inmerso en las redes sociales, que puede replicar la propia imagen pero es
invitado a perder el control con respecto al destino de la misma; ser un
objetivo más en la multitud, registrable y reproducible, con tanta
exposición que no es ninguna, y tanta libertad de expresión, que no la
hay.
Fascinado, fragmentado, expuesto, mecanizado; solo.
El gesto de aprobar y desaprobar es público, gesto al que el sujeto está
también sometido, hasta con su indiferencia.
El cuerpo está en el campo de batalla, virtual y real. En la “profunda
piel” individual se imprimen rasgos de la contemporaneidad. La piel, ese
delicado límite con el mundo, se desplaza en el trasiego urbano. Hay
razones ocultas para infligirse marcas. Es posible elegir cuáles, inscribir
sobre sí algo propio y permanente. Es posible vulnerar, por voluntad
propia, a fondo y para siempre, la apariencia.
Me permito citar a John Berger, quien señala, en referencia a la pintura
contemporánea: “intentar plasmar hoy lo que de verdad existe es un acto de
resistencia generador de esperanza”.
Ostentar un compromiso con algo inasible, intransferible; portar un secreto
íntimo en el medio del falso glamour permitido, impuesto y prestado en la
fábrica de imposibilidades que constriñe y controla; cuerpos como entidades
de consumo contante y sonante, sin refugio y en tránsito.
Algo de esto creo yo haber sentido en medio de la celebración de las pieles
tatuadas o "ávidas de", entre los cuerpos intervenidos, algunos de ellos
cientos de veces; la piel como un lienzo, inscritas en ella marcas como
mensajes cifrados, íntimos y hasta desconocidos o indescifrables para quien
los porta. No querer ni poder responder a un por qué, con qué sentido es,
ya, toda una respuesta.
La reivindicación de algo privado en medio de tanta exposición convierte a
los tatuados en portadores de un código que no está al alcance de todos.
Quienes hacen de la práctica del tatuaje una forma de vida, estampan en el
trasiego urbano una presencia diferente, y sus cuerpos generalmente exhiben
otro tipo de intervenciones.
Hay algo inesperado en sus diseños únicos, en sus opciones, algo que queda
fuera de control, que en caso de leer entre líneas, obliga a una lectura
sin referentes, y se ostenta como afirmación de la individualidad, y de
pertenencia a un colectivo singular.
Espero haberme aproximado con esto a algunas de las reflexiones que están
circulando aquí.
Saludos,
Sabela
Lic. Sabela de Tezanos
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